miércoles, 6 de abril de 2011

Puro Cuento.

-Por favor, cállate-.
-Pero es en serio, lo leí, dicen que en realidad la historia está basada en una aventura de las cruzadas contra Saladino.-
La combi avanzaba lenta, excesivamente lenta, por el periférico, navegando en un mar de automóviles lentos y conductores ineptos. Dejando a los pasajeros con la sensación de estar en uno de los saunas más atestados del siglo XXI.
La señora frente a ellas dos, de “anchas carnes” como diría el tío de Laura, las volteó a ver con el gesto fruncido cuando alzaron la voz, pero Ximena le lanzó una mirada de reto que la hizo volver a sus propios asuntos.
-A ver-, Ximena intentó entender lo que le acababa de decir Laura- entonces me estás diciendo que “El Señor de los Anillos” es en realidad plagio de un manuscrito de las cruzadas.-
-Sí, si, si, en serio- Laura hablaba con naturalidad e inocencia, por lo que Ximena descartó que fuera nada más otra broma- Además hablaba de otras historias.-
-Si te escucho con atención ¿Prometes callarte hasta llegar a mi casa?-
Laura la miró con una mescla de enojo y dolor, así que se dio la vuelta, cruzó los brazos y se quedó callada.
Ximena agradeció los momentos de silencio y tranquilidad (todo el silencio y tranquilidad que se pudieran conseguir dentro de una combi a reventar a la mitad del periférico en hora pico.) Pero pronto sintió ese inefable sentimiento que la hizo considerarse culpable del enojo de su amiga. Se acercó a Laura con delicadeza, le puso una mano en el hombro y le dijo con tono amigable:
-Bueno, está bien, cuéntame. Pero no te enojes.-
-No estoy enojada.- rebuznó Laura.
Ximena sonrió, captando hacia donde iba el juego. Se acercó a Laura y, dándole un beso justo por debajo de la oreja le susurró:
-Ándale, cuéntame, quiero saber.-
Laura agitó todo el cuerpo de un tirón, sonriendo fugazmente por las cosquillas que le generaban el beso y el calor del aliento de Ximena en esa zona de su cuerpo.
-Pinche Xime, bueno, te cuento.-
Puso su mano encima de la rodilla de Ximena mientras esta empezaba a sentir los efectos del calor creado al interior del vehículo y se quitaba el delgado suéter de algodón, dejando a la vista sus hombros desnudos. Laura logró vencer el trance que le imponían esos delicados hombros y empezó:
-Se supone que Harry Potter es un manuscrito que fue sacado de las listas negras del vaticano por el MI6, que “El Lago de los Cisnes” es una historia verídica, ocurrida en los bosques de Irlanda-.
-Ajá- Ximena sonrió, se estaba divirtiendo de lo lindo. La combi logró al fin salir del periférico y adentrarse en los confines de Tlalpan, ya sin el ruido del enojo automovilístico, pero con el avance igual de lento que antes.
-También habla de cómo Julio Verne traducía textos perdidos de Nostradamus, en donde venían todos los inventos y artificios particulares de sus novelas.- Laura se emocionaba más cada vez que rebelaba otro de sus “datos insólitos”.- O, el mejor de todos, las películas de Fellini son, en realidad, adaptaciones de anécdotas de la guerra civil estadounidense encontradas en los diarios de Abraham Lincoln-.
Esta vez Ximena no pudo contenerse, el dato de Fellini ya era demasiado para ella, así que subió la mirada, alzó el cuello y soltó:
-¡Ay! no ma…-
Pero Laura la jaló de la camiseta justo a tiempo para cortar su exclamación, le gritó algo al conductor con lo que paró el vehículo, abrió la puerta de la combi y las dos bajaron sintiendo el choque de aire fresco y libre que las esperaba afuera. Voltearon para recibir el cambio del pago y, con una última mirada desaprobatoria de la señora, de “anchas carnes” como diría el tío de Laura, ambas se alejaron de la calle y entraron al complejo habitacional donde vivía Ximena.
No hablaron en el trayecto desde la entrada del complejo hasta la puerta del edificio al que iban. Pero, al entrar, Ximena no aguantó más el acorralado silencio entre las dos:
-Bueno, ¿Y dónde leíste toda esa… todo eso?-
-Oh, en una revista que me regalaron, decía que era comprobado por varios investigadores y demás gente con títulos estrafalarios.-
-Y, ¿Cuándo te la dieron?-Ximena sospechaba ligeramente sobre la historia de Laura mientras ambas entraban en el elevador para llegar al séptimo piso.
-Ayer, justo en la puerta de la escuela.-
El elevador marcó el piso cinco y abrió las puertas, mostrándoles frente a ellas a un señor de espeso bigote vestido de frac con los brazos cruzados en impaciencia. Ximena lo miró a los ojos, puso cara de “lo siento” y señaló hacia arriba con el dedo. El señor separó las manos ligeramente del cuerpo y puso cara de “¿Qué se le va ha hacer?”.
El elevador cerró las puertas y continuó hacia arriba.
-¿Entonces dices que te lo dieron ayer?-
-Sí, ¿por?-
-¿Sabes a que día estamos?-
Laura lo pensó un instante (más de lo que ella hubiera querido) pero al final recordó la fecha exacta- 29 de diciembre ¿Qué tiene eso que ver?-
El elevador llegó al séptimo piso y abrió las puertas, dejando el blanco pasillo expuesto ante las miradas de las dos pasajeras.
-Oh, por nada, por nada.- Ximena salió del elevador, dándole la espalda a Laura y sonriendo como quien ha cometido una travesura y no será descubierto.
-No, ya, dime.- Laura alcanzó a Ximena justo cuando ella metía las llaves en la puerta y abría esta.
-No, por nada, ya, olvídalo- le dijo Ximena, pero no pudo evitar esa tonta sonrisa que la delataba.
Ambas entraron en el apartamento hablando y casi discutiendo. Ximena cerró la puerta más fuerte de lo que hubiera querido.
La puerta golpeó el marco con un sonido sordo y gran impacto, haciendo temblar el seis de hierro que colgaba de un clavo.