sábado, 30 de julio de 2011

Capítulo 4 "Capítulo 2"

“Desaforadamente enamorado” era una opción para el título de este capítulo, “Pasión desmesurada” también formaba parte de los candidatos, pero “Famélico por ella” o “Adicto a su espejismo” – los cuales ni figuraban en la lista – podrían haber quedado mejor.
Julián dormitaba intranquilo en su cama. Pocos minutos antes había pegado una nueva fotografía en su mural, una colección de espionaje con el que podría crear una visión tridimensional perfecta de ella, sin dejar fuera el más pequeño detalle, como esos tres lunares justo arriba de su seno izquierdo, o la pequeña cicatriz de quemadura en el anular de la mano derecha, incluso se podría saber en donde exactamente se encontraban las marcas de bronceado sobre su piel.
Trabajó más de un año para conseguir tenerla completa en la seguridad de su habitación, en el altar donde sacrificaría todo por ella.
Él la necesitaba.
"Ella es mía" "Ella me ama" "No puede vivir sin mi" escribía en un cuaderno una y otra vez, agregándole las observaciones de ese día, para después guardarlo junto con el mural, bajo el colchón.
Ahora, reposando en su cama, suspirando por ella, Julián Vásquez luchaba por mantenerse despierto y pensando en ella, pues tenía miedo de que al soñar ella no deambulara por su cabeza toda la noche.
Quiso escribir más, intentó levantar el colchón, pero se quedó dormido.
Soñó que flotaba boca arriba en un estanque transparente, podía levantarse y caminar, pero prefería seguir flotando. Un cielo de fuego no alumbraba más allá del límite del estanque y, ahí flotando, Julián no oía nada hasta que lo desconcertaran unos pasos. Estaba seguro de que sería ella, vendría hacia él para sumergirse juntos y ahogarse con un beso.
Escuchó como algo entraba en el agua, quiso voltear para verla, pero antes de que pudiera hacerlo una voz de hombre hizo que el agua del estanque hirviera, haciéndolo gritar de dolor. Despertó.
Julián estaba empapado en sudor frío, miró su reloj, aún faltaba una hora para su habitual hora de despertarse, pero no podía seguir en su alcoba.
Bajó por un vaso de agua, pasó al baño y, cuando salió, la alarma del despertador resonó por toda la casa. Había sido excesivamente lento.
Juntó sus cosas, se vistió, bajó a desayunar y salió hacia la escuela.

Capítulo 3 “Intermedio” (saltarse los paréntesis y leer desde el capítulo 1)

El barco zarpa, la niñita entra en el bosque. Esto se conoce como inicio y normalmente suele ser lindo y acogedor, al igual que hipócrita, ya que no te prepara para los infortunios que le siguen.
Entonces algo extraordinario sucede, alguien le muestra la manera de llegar al baile, alguien se niega a hacerles un sacrificio a los dioses, la niñita habla con un extraño.
Y así todo se complica, y lo que nos prometía ser una historia sencilla de digerir se vuelve una trama con mentiras y problemáticas demasiado confusas.
Cuando uno quería leer algo como “El pequeño sapito que no le hacía daño a nadie”, se encuentra en un mundo de angustias y penas. Pero bueno, eso nos pasa por confiar en un cuento.
Ahora bien, en las tres partes de la historia se presentan los nudos que complican la trama:
El lobo se disfraza de abuela, Cenicienta pierde su zapatilla, Poseidón desvía a Ulises. Estos nudos condimentan una trama que podría no interesarle a nadie.
Y la trama de Julián necesitaba condimento urgentemente.

sábado, 23 de julio de 2011

(Paréntesis) Hasta que la muerte nos reúna.

La cripta no había sido abierta desde el funeral, ya había pasado casi un año.
Esak miraba la oscuridad de las tumbas, acostumbrándose a la tristeza que emanaba de las paredes.
Había cinco ataúdes ahí dentro, pero él nada más iba por uno. El segundo de la derecha. El de la rosa de mármol.
< Dijeron que estaba loco. Que era una abominación lo que intentaba hacer. > Esak abrió el sarcófago. Ahí estaba ella, atrapada en el hechizo de la muerte, aun conservando esa belleza indigna de todos excepto de él.
Sacó un grueso y oscuro libro de los pliegues de su túnica. Lo apoyó en el borde del sepulcro y lo abrió.
< ¿Pero cómo el amor puede ser abominable? >
Rebuscó las páginas, estaba seguro de lo que haría, nada lo separaría de ella. Nada ni nadie.
Las puertas de la cripta retumbaron.
-¡Esak, maldito enfermo, sal de ahí!-gritó una indistinguible voz desde afuera- ¡Déjala descansar en paz!-
Nada ni nadie.
Encontró el pasaje que buscaba. Sacó el ungüento que había estado preparando desde hacia semanas.
Se untó las manos con el ungüento para después untarlo por la frente de ella, por sus manos, por su vientre y por sus pies. Tal como decía el libro.
Más voces se unieron al asedio de la puerta. Una de ellas se hizo escuchar más que las demás.
-Esak, hijo mío, olvida todo esto- le dijo una voz que Esak encontraba repugnantemente familiar- Vuelve a casa y deja esto en el pasado, vamos hijo.-
Empezó a pronunciar las palabras. Las pronunciaba lo suficientemente fuerte para que todos los que se encontraban en los alrededores de la cripta lo escucharan claro.
-¡Ya ha empezado!-Gritó una desesperada voz- ¡Tenemos que detenerlo, no podemos dejar que eso pase en nuestro pueblo!-
Los golpes incrementaron. Pero era demasiado tarde.
La última palabra fue como un caramelo en sus labios.
Una descarga de energía llenó su cuerpo y, por lo que pudo ver, también el de ella.
Abrió los ojos.
-¿Esak?- suspiró la voz.
-No nos dejas otra opción chico-.
-Ya estás conmigo, no tienes que seguir penando-
-Oh, Esak, el frío, como recuerdo el frío y la oscuridad, no había nada más-.
-Ya amor mío, estoy aquí contigo y no hay nada más-
Aceite empezó a entrar por debajo de la puerta de la cripta.
-No vuelvas a dejarme, por favor.-
Se unieron en un abrazo añorado, un abrazo melancólico.
-Jamás-
-¡No pueden hacer esto, mi hijo está ahí dentro!-
-He hecho lo imposible por tenerte de vuelta, y lo volvería a hacer.-
Los rostros se buscaron en la oscuridad de la tumba.
El fuego se esparció por toda la estructura, costaba trabajo respirar.
-¡Esak, sal de ahí!-
-Esak, no vuelvas a dejarme-
El fuego quemó los cimientos, el aceite se metía por las más pequeñas grietas.
La cripta se desplomó sobre los amantes.

lunes, 11 de julio de 2011

LITERAL (empezar hasta abajo)

Capítulo 2
“Capítulo 1”
Julián Vásquez era un chico demasiado normal, no era increíblemente listo, no pertenecía a ninguna pandilla, no consumía drogas ni era un fanático religioso.
En realidad no era más que un muchacho que iba todos los días a la escuela, que no tenía ninguna ambición artística y que, simplemente vivía sin ninguna emoción.
Esperen un segundo, debo de corregirme, en realidad si había algo excepcional en la vida de Julián. No había día en el que no pensara en ella.
Ella era un sutil personaje en un tragedia griega, el primer cadáver en una novela policíaca, el tesoro enterrado en un cuento de piratas, la primer mirada en una historia de amor. Y como todas sus comparaciones, ella fue lo que desencadenó el resto del relato.
Julián se retorcía en su lecho, atosigado por las dulces imágenes de ella, de sus labios, de sus manos, de sus piernas.
La ligera alarma de su reloj de pulsera lo sacó de sus ensueños y lo devolvió a la lenta realidad, donde no besaba sus labios ni acariciaba sus brazos. Donde ya iba tarde para su encuentro.
Todos los días la misma rutina, tanto para él como para ella.
Pero la de él se adaptaba moldeaba, cambiaba para adaptarse a la de ella.
Así que, ahora que había regresado de la escuela y se había cambiado, ya era hora de salir de su casa y encontrarse con ella a la salida del colegio, cuando ella saliera de su clase de francés.
El vivía para ese momento del día, planeaba todo su itinerario, elegía las clases que le permitieran estar más tiempo con ella.
Incluso los momentos más efímeros entre ellos dos lo eran todo para él.
Con todo esto ya en mente no será difícil para el lector imaginar a Julián caminando sonriente y decidido hacia su encuentro con ella.
El reloj volvió a sonar, ya era la hora exacta y él aún estaba a dos cuadras de distancia.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano y probablemente rompiendo cualquier record de velocidad en 100 metros planos, Julián corrió las dos cuadras faltantes con la preocupación de perderse el momento de ese día.
Cuando dobló la esquina y vio las puertas del colegio cerradas, el fantasma de perderla per ese día rondó por su cabeza. Pero lentamente las pesadas puertas de metal pitado de verde empezaron a abrirse, reviviendo la esperanza del individuo que esperaba afuera.
Pero aún con el infinito amor que le tenía, Julián siempre era víctima de una gran pena al estar cerca de ella. Por eso cuando la vio salir (solo a ella y nadie más que ella) no fue a besarla o abrazarla, sino que se mantuvo al margen de la multitud invisible. Observándola desde la sombra de su cobardía.
Magistralmente hermosa, fantasmagóricamente atrapante, terriblemente seductora, Julián cayó atrapado en las telarañas de sus ojos, sin hacer el menor esfuerzo por liberarse.
Y tan rápido como había empezado, ella cruzó como elegante gacela la calle y se perdió en el parque del otro lado, dejando a Julián añorándola, necesitándola, amándola.
Mañana sería exactamente lo mismo.

LITERAL

Capítulo 1
“Prólogo”
Un ordinario tecleado de computadora puede ser uno de los aparatos eléctricos más sucios que se puedan encontrar en una habitación, ya que entre las teclas se pueden alojar restos de jamón, madera, sal, migajas, uñas, pestañas, fruta, piel, e incluso leche, café, sangre, saliva, jugo, agua, té o lágrimas.
Y son estás últimas las que más afectan al teclado común y corriente.
El mundo está lleno de cosas que nos pueden hacer soltar una lágrima, pero si nos referimos a la pantalla de una computadora la lista se reduce considerablemente. Se puede tratar de un video desagradable, una fotografía melancólica, una canción de amor, o un documento triste.
Claro, todo se vuelve más raro si el que llora es aquel que escribió el documento.
Aún más raro si el documento está en blanco.
Este era el caso de Julián Vásquez.
Los dedos de Julián se arqueaban sobre el teclado, como buitres sobrevolando al caminante sediento, pero no se disponían a bajar, se mantenían flotando sobre las teclas, sin saber qué hacer, sin moverse.
La hoja en blanco y las palabras que no podía escribir le molestaron los ojos, la lágrima bajó por su mejilla.
Se levantó de la silla y salió de la habitación, fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua.
El atrapante silencio rodeaba el apartamento hasta que un penetrante sonido llegó a hacerlo pedazos. El teléfono sonó una vez, dos veces, tres veces.
pensó Julián. No quería oír la voz de nadie en ese momento.
Pero se olvidó de la máquina contestadora.
La voz retumbó por las esquinas de la habitación.
-Mi amor, soy yo- sonó una dulce voz de mujer- ¿Estás bien? estoy preocupada por ti, por favor llámame.-
Algo sucedió.
La voz desencadenó algo, alguna palanca que puso en movimiento el cerebro de Julián.
Soltó el vaso, no le importaba si se hacía añicos, y corrió hacia la habitación.
Se sentó frente a la computadora, los buitres se abalanzaron sobre el caminante, escribiendo con sus picos sobre la piel del inocente, los dedos arrancaban la carne de las teclas.
Julián Vásquez estaba escribiendo el relato.