lunes, 11 de julio de 2011

LITERAL (empezar hasta abajo)

Capítulo 2
“Capítulo 1”
Julián Vásquez era un chico demasiado normal, no era increíblemente listo, no pertenecía a ninguna pandilla, no consumía drogas ni era un fanático religioso.
En realidad no era más que un muchacho que iba todos los días a la escuela, que no tenía ninguna ambición artística y que, simplemente vivía sin ninguna emoción.
Esperen un segundo, debo de corregirme, en realidad si había algo excepcional en la vida de Julián. No había día en el que no pensara en ella.
Ella era un sutil personaje en un tragedia griega, el primer cadáver en una novela policíaca, el tesoro enterrado en un cuento de piratas, la primer mirada en una historia de amor. Y como todas sus comparaciones, ella fue lo que desencadenó el resto del relato.
Julián se retorcía en su lecho, atosigado por las dulces imágenes de ella, de sus labios, de sus manos, de sus piernas.
La ligera alarma de su reloj de pulsera lo sacó de sus ensueños y lo devolvió a la lenta realidad, donde no besaba sus labios ni acariciaba sus brazos. Donde ya iba tarde para su encuentro.
Todos los días la misma rutina, tanto para él como para ella.
Pero la de él se adaptaba moldeaba, cambiaba para adaptarse a la de ella.
Así que, ahora que había regresado de la escuela y se había cambiado, ya era hora de salir de su casa y encontrarse con ella a la salida del colegio, cuando ella saliera de su clase de francés.
El vivía para ese momento del día, planeaba todo su itinerario, elegía las clases que le permitieran estar más tiempo con ella.
Incluso los momentos más efímeros entre ellos dos lo eran todo para él.
Con todo esto ya en mente no será difícil para el lector imaginar a Julián caminando sonriente y decidido hacia su encuentro con ella.
El reloj volvió a sonar, ya era la hora exacta y él aún estaba a dos cuadras de distancia.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano y probablemente rompiendo cualquier record de velocidad en 100 metros planos, Julián corrió las dos cuadras faltantes con la preocupación de perderse el momento de ese día.
Cuando dobló la esquina y vio las puertas del colegio cerradas, el fantasma de perderla per ese día rondó por su cabeza. Pero lentamente las pesadas puertas de metal pitado de verde empezaron a abrirse, reviviendo la esperanza del individuo que esperaba afuera.
Pero aún con el infinito amor que le tenía, Julián siempre era víctima de una gran pena al estar cerca de ella. Por eso cuando la vio salir (solo a ella y nadie más que ella) no fue a besarla o abrazarla, sino que se mantuvo al margen de la multitud invisible. Observándola desde la sombra de su cobardía.
Magistralmente hermosa, fantasmagóricamente atrapante, terriblemente seductora, Julián cayó atrapado en las telarañas de sus ojos, sin hacer el menor esfuerzo por liberarse.
Y tan rápido como había empezado, ella cruzó como elegante gacela la calle y se perdió en el parque del otro lado, dejando a Julián añorándola, necesitándola, amándola.
Mañana sería exactamente lo mismo.

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