lunes, 23 de agosto de 2010

La Muerte de un Caballero. 2

-¡Lo hice, lo maté, maté a Chaos vad Naplalt!-
Estas palabras, que salieron de la boca del aventurero, resonaron con un eco por todo el castillo.
Lo esclavos, al desaparecer los demonios por la muerte de Chaos, levantaron al aventurero en hombros y, echando hurras y felicitaciones, festejaron la muerte del rey.
Sebastian van Naplalt, que por tantos años había sido sinónimo de muerte, tortura y sufrimiento, ahora permanecía frío y muerto en el suelo de su castillo, víctima de insultos, bromas y patadas de parte de los esclavos.
-Señor ¿No va a recoger su espada? – le preguntó al aventurero uno de los esclavos.
-Por supuesto, no quiero que se oxide más rápido que de costumbre.-
Carcajadas emergían del grupo cuando el aventurero salió de él, se acercó al cadáver y se arrodilló junto a él.
Tomó la espada con ambas manos e hizo fuerza para desencajarla, pero no pudo.
pensó y, teniendo cuidado de no tocar el charco de sangre, levantó un poco el cuerpo.
Algo lo empujó fuertemente, voló por los aires hasta pegar con la pared y volver a caer de bruces al suelo; mareado, confundido y adolorido logró levantarse solo para volver a caer, pues la sorpresa literalmente lo hizo saltar.
El cuerpo antiguamente muerto de Chaos vad Naplalt ahora se mantenía de pie, intentando sacarse la espada encajada, dándose de golpes en el estómago hasta que, con un ruido metálico, la espada cayó al suelo.
-¿Pero… pero cómo? –Balbuceó el aventurero- ¡Yo te maté!
-¿Seguro?- le respondió Chaos.
-¡Mi espada te atravesó limpiamente y el suelo te recibió muerto!-
-Bueno, pero ahí te planteas un problema-. Le dijo Chaos con una mirada de malvada euforia.
-¿Qué, cual problema?-
-¿Cómo matar algo que ya está muerto?
-¡esto es imposible, yo vi como el brillo dejaba tus ojos y oí como pronunciabas tus últimas palabras!- el aventurero no parecía aceptar lo que le mostraban sus ojos.
-Te daré la respuesta a la duda que te carcome por dentro; cuando tu ilusión se desvaneció de mis manos supe que había caído en tu trampa, así que simplemente cambié de lugar.-
-¿Cambiaste?- el aventurero seguía sin entender.
-Verás, este cuerpo, este gran y fuerte cuerpo, para mi desagrado no es completamente mío. Lo comparto con Sebastian, si, ya sé que no es lo que todos piensas, pero no, no somos la misma persona, y normalmente soy yo quien nos rige, al “cambiar” Sebastian toma el control, pero es realmente rara esa ocasión, como por ejemplo hoy, tu respondiste una pregunta que no iba dirigida a ti…
“Cuando preguntó ¿Dónde estás? Se estaba dirigiendo a mí. Pero, finalmente debo de darte las gracias, pues ahora que no lo tengo como una carga puedo desatar todo mi poder.
Con una palmada la sala retumbó y el suelo empezó a temblar.
-¿¡Que suceaaaaaAAAH!? – gritó el aventurero mientras se sacudía una pierna, una mano cortada cayó al suelo e intentó volver a subir, pero esta vez la aplastó con el pié antes de que pudiera.
-¡Espero que hayas estudiado historia!- Chaos se elevaba en el aire, su ropa y cabello se movían por una ráfaga de aire que había parecido de la nada y hablaba con una cavernosa y tétrica voz- ¡Porque ahora sabrás lo que sintieron los soldados del rey Tórion en Valle Pacífico!
Los esclavos lanzaron gritos de horror, pues a sus pies, los que habían muerto contra los demonios se alzaban sobre sus frías piernas, algunos sin brazos, otros sin algún pié y unos pocos se colocaban la cabeza de nuevo en su lugar.
-¡A él, mis sirvientes!-
Uno de los muertos se quitó una lanza clavada del pecho y la lanzó hacia el aventurero con tal fuerza que, aunque falló por unos milímetros, alcanzó a cortarle unos cuantos pelos sobre la oreja izquierda.

Otro de los muertos se lanzó para atravesarlo con su espada, pero el aventurero ya estaba listo, saltó para atrás e, impulsándose en la pared y de una patada le hizo trizas el cráneo.
-¡Siguiente!- gritó; el esqueleto sin cabeza se levantó y lo agarró por la cabeza, pero con un simple movimiento de muñeca por parte del aventurero, del esqueleto solo quedaron cenizas.
Un horrible e indescifrable grito salió de la garganta de uno de los muertos, al acabar miró a los lados y volvió a gritar, esta vez acompañado de los demás cadáveres.
-¿Qué hacen?-susurró por lo bajo el aventurero.
Cuando el grito, el primer esqueleto levantó su espada y se lanzó contra el aventurero seguido por sus compañeros.

Chaos lo veía todo desde arriba, sentado en su trono que ahora flotaba junto con el sobre el suelo sangriento de su castillo.
Se estaba entreteniendo mucho con esto, el aventurero corría de un lado al otro, esquivando estocadas aquí y allá, lanzando hechizos a diestra y siniestra, hasta que un torso sin piernas lo agarró de las piernas y lo tiró al piso, los demás muertos llegaron en tan solo un instante y lo inmovilizaron por completo.
-Aquí es donde la historia se acaba, aquí es donde el poderoso pero amable rey le concede una muerte rápida a su adversario, el cual le suplicaba que fuera misericordioso- sentenció Chaos mientras se levantaba de su trono, se acercaba al aventurero y desenfundaba su espada, la cual empezaba a desprender una clase de humo negro.
Agarró la espada con las dos manos, la levantó por encima del aventurero y…
-¡Que muera el rey!- alcanzó a oír Chaos antes de que un esclavo impactara contra su pecho, haciéndolo retroceder.
-¡Si, que muera!- gritaban otras voces, y Chaos se vio instantáneamente cubierto de esclavos que se le colgaban, lo pateaban, lo golpeaban o hasta intentaban picarle los ojos. Forcejó hasta que uno de los esclavos tomó una espada rota del piso y se la encajó en un hoyo de la armadura a la altura de las costillas, haciéndolo sangrar.
-¡Basta!- con un pisotón, los esclavos volaron por los aires hasta pegar con la pared o, los desafortunados, con las ventanas.
-¡Gracias a esto te has ganado una eternidad de sufrimiento!- rugió al volver a acercarse al cuerpo cubierto de esqueletos, pero al quitar uno del montón notó dos cosas:
Los muertos vivientes ya no estaban vivos.
Y el aventurero ya no estaba al fondo del montón.
-¡¿Qué?!-empezó a quitar cadáveres, pero no encontró al aventurero.
Volteó y pudo ver a uno de los esclavos que trataba de ponerse de pié con los ojos fijos en una ventana abierta que daba al gris y frío exterior.
Chaos se dirigió a la ventana, no sin antes acabar con el esclavo, se apoyó en el borde y miró hacia abajo.
Nada.
Sintió una punzada en la nuca, se deslizó a un lado con una mano aún apoyada y evitó una patada en la espada por parte del aventurero, el cual salió despedido por la ventana pero alcanzó a agarrarse del hoyo de la ventana.
-No caeré dos veces en el mismo truco-. Dijo Chaos al recargarse en la ventana y empezar a desprenderle los dedos del borde.
-Pero si en uno nuevo-. Sonrió el aventurero y, con un chasquido de los dedos, la pared explotó lanzando al rey, al aventurero y a decenas de ladrillos y vidrios rotos a una caía que mataría a cualquiera.
Pero Chaos vad Naplalt no era cualquiera.
Rompiendo la armadura de Chaos por la espalda, dos largas y oscuras alas se desplegaron impidiéndole caer.
Solo se quedó ahí, mirando a su oponente caer a su muerte.


Fin del
Segundo Capítulo.

lunes, 9 de agosto de 2010

La Muerte de un Caballero.

Un horrible grito hizo que Chaos levantara la cabeza, alguien había entrado en su castillo.
Se levantó de su trono y corrió hacia el mural de la pared, en el cual brillaban pocas luces de diferentes formas y tamaños que representaban las vidas de sus creaciones, la mayoría estaban apagadas y otras se estaban empezando a oscurecer.
Levantó su mano derecha y tocó con la palma abierta el mural, haciendo aparecer cinco grandes y robustos demonios, armados con espadas grandes y toscas en cada mano, que se plantaron frente a la puerta.
Retiró la mano que había dejado cinco nuevas luces en el mural, se alisó el abrigo y volvió a sentarse en su trono, con mucha calma.
Se oían más gritos, sintió curiosidad así que aplaudió débilmente y el trono se movió hasta la ventana, dejándole a Chaos una clara vista del jardín interior.
Lo que vio hizo que la calma se le esfumara.
Ahí en el jardín estaba el dragón de la fuente, el dragón que había tomado días en domar ahora permanecía quieto, tirado en el jardín, muerto por una estocada en la cabeza y ahí, arrancándole uno de sus colmillos, se encontraba el héroe que el mismo había entrenado.
Giró la cabeza tan rápido que fue increíble que no se rompiera el cuello, en el mural de la pared la luz del dragón había dejado de brillar.
-¡Esto es intolerable!-Gritó Chaos, sin pensar en que todo el castillo lo oiría.- ¡¿Cómo se atreve a profanar mi castillo de esta manera?!
De sus ojos manaba furia y odio. Aplaudió tan fuerte como pudo, su ligero traje se transformó en una imponente armadura negra y un aura oscura le rodeó el cuerpo.
-¡Ahora verá ese infeliz!-Volvió a gritar- ¡Comparemos el poder de Chaos vad Naplalt, portador de la sombra contra el de un simple campesino!
Con una fuerte palmada todos los demonios y viles criaturas que él había creado y que no estaban muertas aparecieron como guardias fuera y dentro de la sala del trono; las puertas y las ventanas se cerraron de golpe.
Chaos levantó ambas manos.

-Vengan a mí, poderes de la oscuridad
Vengan a mí, demonios y titanes
Lléneme de sus poderes infernales
Para poner en acción mis planes. –

Un sentimiento de calor e ira recorrió su cuerpo, ahora tenía más poder que cualquier entidad conocida.
Con una nube de humo, un pequeño demonio apareció frente a él.
-¡Mi lord, mi lord!-le gritó el demonio con una aguda voz.- ¡Mi lord, se está acercando, ha matado al dragón, ha roto el sello y ha liberado a los prisioneros, el castillo es un caos!
-Lo sé.-
-¿Lo sabe?- El demonio lo miró sin comprender.- ¿¡Entonces porque no hace algo!?
-Déjalo venir, deja que venga a purificar mi castillo, deja que venga a destruir mis demonios y a destruir mis creaciones, pues su único propósito es destruir mi sombra y hacer que la luz regrese a este mundo.- Chaos se levantó de golpe- ¡Deja que atraviese mis paredes con su espada, que destruya mis muebles con su magia o que se robe mi dinero en sus bolsillos, pues ni siquiera los gusanos van a querer tocarlo cuando acabe con él!
Con otra nube de humo el demonio se esfumó de la sala.

El silencio cubrió la habitación, solo se oía la fuerte respiración de los demonios. Lentamente, Chaos regresó a su trono, clavó la mirada en la puerta y esperó.
Un sonido retumbó por el palacio, un sonido que le recordaba a Chaos la batalla del Valle Pacífico y al ejército del Rey Tórion masacrando a sus tropas.
Pasos, oía cientos de pasos, no de demonio, pasos de humanos, muchos humanos se acercaban hacia él.

-¡Ataquen!- gritó una voz.
Los pasos ahora corrían mientras muchas voces gritaban. Metales chocaron contra metales. Voces humanas y demoniacas gritaban conjuros y maldiciones.
La curiosidad lo volvió a vencer; con una palmada la puerta se abrió de golpe, haciendo volar a quien se encontraba cerca.
Demonios, criaturas y humanos atravesaban, cortaban, golpeaban, aplastaban, hechizaban y maldecían por igual.
Los grandes demonios de Chaos no resistieron la tentación de unirse a sus hermanos en la carnicería así que, con las espadas listas, se lanzaron a la batalla.
Chaos lo miraba todo con indiferencia, aplaudió levemente y empezó a caminar pisando cadáveres.
Una flecha se dirigió hacia él, pero rebotó en el escudo mágico que le rodeaba el cuerpo.
-¡Chaos, al fin te encuentro!- Le gritó una voz, Chaos volteó entretenido.
El caballero corrió hacia Chaos con la espada desenfundada, lanzó una estocada que le rebotó contra el pecho y una patada que no hizo mayor daño a las piernas.
Chaos le pateó la espinilla haciéndolo caer de rodillas para después golpearlo en la cara con el mango de su espada al desenfundarla. El aventurero voló por los aires hasta chocar con la pared y caer de bruces en el suelo.
-¡Y hasta crees que tienes el poder suficiente como para siquiera tocarme!- soltó Chaos con una carcajada.
El aventurero se levantó de un salto, parecía como si nada le hubiera pasado, levantó las manos hacia Chaos y empezó a hacer círculos en el aire.
-¡oh, por favor! ¿No me digas que crees que tu miserables conjuros me pueden afectar?- se burló mientras volvía a reír.
El aventurero se detuvo aún con las manos en el aire, murmuró algo por lo bajo y aventó las manos hacia Chaos.
Un dolor increíblemente fuerte en el pecho hizo que Chaos cayera sobre su espalda, era como si miles de dagas ardiendo se le clavaran en el pecho y empezaran a girar.
-¡¿Qué clase de magia es esta?!- Aulló Chaos mientras intentaba quitarse las dagas, cuando no había ninguna.
-¿Qué opinas de mi magia ahora, Sebastian?- sonrió el aventurero.
Chaos dejó de sentir dolor, se levantó como si nada y lanzó una furibunda mirada al aventurero.
-¿Cómo me llamaste?- gruñó Chaos.
-¿Qué preguntas, Sebastian?- le respondió su enemigo – ¿Qué por qué usé el nombre que tu padre te puso al nacer?
-¡¿Cómo osas mencionarlo en mi presencia?!- le gritó Chaos con un enojo inmenso- ¡¿O cómo siquiera crees que puedes dirigirte a mi usando ese insulto de nombre y creer vivir para contarlo?!
La ira era inmensa, fluía como fuego en sus venas.
-¡Pues sí, si me atrevo a nombrar a tu padre! – Le espetó de nuevo el aventurero con tono valiente y desafiante -¡Y me atrevo con más osadía a nombrar a la única persona capaz de obligarte a rendirte en la victoria, Valeria vad Naplalt!
-¡Suficiente!- Chaos se abalanzó espada en mano contra el aventurero, lo alcanzó le tomó del cuello y lo atravesó con su espada.
-No eres tan valiente ahora ¿eh?- le susurró al oído, pero lo soltó enseguida, el aventurero se desvanecía como humo entre sus dedos.
-¡¿Qué demo… dónde estás?!-
-Aquí, desgraciado- dijo una voz detrás de él, sintió un fuerte dolor en la espalda, seguido por otro más fuerte en el estómago.
El aventurero lo había atravesado con su espada. Sentía como algo caliente le subía por la garganta y salía por su boca; primero se miró el estomago, se podía ver la punta de la espada saliendo de su torso, después se tocó la boca y se miró las manos, negras, empapadas de su propia sangre. Finalmente se desplomó soltando sus últimas palabras.
-So… Sofía, perdóname-.


Fin del
Primer Capítulo.