lunes, 9 de agosto de 2010

La Muerte de un Caballero.

Un horrible grito hizo que Chaos levantara la cabeza, alguien había entrado en su castillo.
Se levantó de su trono y corrió hacia el mural de la pared, en el cual brillaban pocas luces de diferentes formas y tamaños que representaban las vidas de sus creaciones, la mayoría estaban apagadas y otras se estaban empezando a oscurecer.
Levantó su mano derecha y tocó con la palma abierta el mural, haciendo aparecer cinco grandes y robustos demonios, armados con espadas grandes y toscas en cada mano, que se plantaron frente a la puerta.
Retiró la mano que había dejado cinco nuevas luces en el mural, se alisó el abrigo y volvió a sentarse en su trono, con mucha calma.
Se oían más gritos, sintió curiosidad así que aplaudió débilmente y el trono se movió hasta la ventana, dejándole a Chaos una clara vista del jardín interior.
Lo que vio hizo que la calma se le esfumara.
Ahí en el jardín estaba el dragón de la fuente, el dragón que había tomado días en domar ahora permanecía quieto, tirado en el jardín, muerto por una estocada en la cabeza y ahí, arrancándole uno de sus colmillos, se encontraba el héroe que el mismo había entrenado.
Giró la cabeza tan rápido que fue increíble que no se rompiera el cuello, en el mural de la pared la luz del dragón había dejado de brillar.
-¡Esto es intolerable!-Gritó Chaos, sin pensar en que todo el castillo lo oiría.- ¡¿Cómo se atreve a profanar mi castillo de esta manera?!
De sus ojos manaba furia y odio. Aplaudió tan fuerte como pudo, su ligero traje se transformó en una imponente armadura negra y un aura oscura le rodeó el cuerpo.
-¡Ahora verá ese infeliz!-Volvió a gritar- ¡Comparemos el poder de Chaos vad Naplalt, portador de la sombra contra el de un simple campesino!
Con una fuerte palmada todos los demonios y viles criaturas que él había creado y que no estaban muertas aparecieron como guardias fuera y dentro de la sala del trono; las puertas y las ventanas se cerraron de golpe.
Chaos levantó ambas manos.

-Vengan a mí, poderes de la oscuridad
Vengan a mí, demonios y titanes
Lléneme de sus poderes infernales
Para poner en acción mis planes. –

Un sentimiento de calor e ira recorrió su cuerpo, ahora tenía más poder que cualquier entidad conocida.
Con una nube de humo, un pequeño demonio apareció frente a él.
-¡Mi lord, mi lord!-le gritó el demonio con una aguda voz.- ¡Mi lord, se está acercando, ha matado al dragón, ha roto el sello y ha liberado a los prisioneros, el castillo es un caos!
-Lo sé.-
-¿Lo sabe?- El demonio lo miró sin comprender.- ¿¡Entonces porque no hace algo!?
-Déjalo venir, deja que venga a purificar mi castillo, deja que venga a destruir mis demonios y a destruir mis creaciones, pues su único propósito es destruir mi sombra y hacer que la luz regrese a este mundo.- Chaos se levantó de golpe- ¡Deja que atraviese mis paredes con su espada, que destruya mis muebles con su magia o que se robe mi dinero en sus bolsillos, pues ni siquiera los gusanos van a querer tocarlo cuando acabe con él!
Con otra nube de humo el demonio se esfumó de la sala.

El silencio cubrió la habitación, solo se oía la fuerte respiración de los demonios. Lentamente, Chaos regresó a su trono, clavó la mirada en la puerta y esperó.
Un sonido retumbó por el palacio, un sonido que le recordaba a Chaos la batalla del Valle Pacífico y al ejército del Rey Tórion masacrando a sus tropas.
Pasos, oía cientos de pasos, no de demonio, pasos de humanos, muchos humanos se acercaban hacia él.

-¡Ataquen!- gritó una voz.
Los pasos ahora corrían mientras muchas voces gritaban. Metales chocaron contra metales. Voces humanas y demoniacas gritaban conjuros y maldiciones.
La curiosidad lo volvió a vencer; con una palmada la puerta se abrió de golpe, haciendo volar a quien se encontraba cerca.
Demonios, criaturas y humanos atravesaban, cortaban, golpeaban, aplastaban, hechizaban y maldecían por igual.
Los grandes demonios de Chaos no resistieron la tentación de unirse a sus hermanos en la carnicería así que, con las espadas listas, se lanzaron a la batalla.
Chaos lo miraba todo con indiferencia, aplaudió levemente y empezó a caminar pisando cadáveres.
Una flecha se dirigió hacia él, pero rebotó en el escudo mágico que le rodeaba el cuerpo.
-¡Chaos, al fin te encuentro!- Le gritó una voz, Chaos volteó entretenido.
El caballero corrió hacia Chaos con la espada desenfundada, lanzó una estocada que le rebotó contra el pecho y una patada que no hizo mayor daño a las piernas.
Chaos le pateó la espinilla haciéndolo caer de rodillas para después golpearlo en la cara con el mango de su espada al desenfundarla. El aventurero voló por los aires hasta chocar con la pared y caer de bruces en el suelo.
-¡Y hasta crees que tienes el poder suficiente como para siquiera tocarme!- soltó Chaos con una carcajada.
El aventurero se levantó de un salto, parecía como si nada le hubiera pasado, levantó las manos hacia Chaos y empezó a hacer círculos en el aire.
-¡oh, por favor! ¿No me digas que crees que tu miserables conjuros me pueden afectar?- se burló mientras volvía a reír.
El aventurero se detuvo aún con las manos en el aire, murmuró algo por lo bajo y aventó las manos hacia Chaos.
Un dolor increíblemente fuerte en el pecho hizo que Chaos cayera sobre su espalda, era como si miles de dagas ardiendo se le clavaran en el pecho y empezaran a girar.
-¡¿Qué clase de magia es esta?!- Aulló Chaos mientras intentaba quitarse las dagas, cuando no había ninguna.
-¿Qué opinas de mi magia ahora, Sebastian?- sonrió el aventurero.
Chaos dejó de sentir dolor, se levantó como si nada y lanzó una furibunda mirada al aventurero.
-¿Cómo me llamaste?- gruñó Chaos.
-¿Qué preguntas, Sebastian?- le respondió su enemigo – ¿Qué por qué usé el nombre que tu padre te puso al nacer?
-¡¿Cómo osas mencionarlo en mi presencia?!- le gritó Chaos con un enojo inmenso- ¡¿O cómo siquiera crees que puedes dirigirte a mi usando ese insulto de nombre y creer vivir para contarlo?!
La ira era inmensa, fluía como fuego en sus venas.
-¡Pues sí, si me atrevo a nombrar a tu padre! – Le espetó de nuevo el aventurero con tono valiente y desafiante -¡Y me atrevo con más osadía a nombrar a la única persona capaz de obligarte a rendirte en la victoria, Valeria vad Naplalt!
-¡Suficiente!- Chaos se abalanzó espada en mano contra el aventurero, lo alcanzó le tomó del cuello y lo atravesó con su espada.
-No eres tan valiente ahora ¿eh?- le susurró al oído, pero lo soltó enseguida, el aventurero se desvanecía como humo entre sus dedos.
-¡¿Qué demo… dónde estás?!-
-Aquí, desgraciado- dijo una voz detrás de él, sintió un fuerte dolor en la espalda, seguido por otro más fuerte en el estómago.
El aventurero lo había atravesado con su espada. Sentía como algo caliente le subía por la garganta y salía por su boca; primero se miró el estomago, se podía ver la punta de la espada saliendo de su torso, después se tocó la boca y se miró las manos, negras, empapadas de su propia sangre. Finalmente se desplomó soltando sus últimas palabras.
-So… Sofía, perdóname-.


Fin del
Primer Capítulo.

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