sábado, 23 de julio de 2011

(Paréntesis) Hasta que la muerte nos reúna.

La cripta no había sido abierta desde el funeral, ya había pasado casi un año.
Esak miraba la oscuridad de las tumbas, acostumbrándose a la tristeza que emanaba de las paredes.
Había cinco ataúdes ahí dentro, pero él nada más iba por uno. El segundo de la derecha. El de la rosa de mármol.
< Dijeron que estaba loco. Que era una abominación lo que intentaba hacer. > Esak abrió el sarcófago. Ahí estaba ella, atrapada en el hechizo de la muerte, aun conservando esa belleza indigna de todos excepto de él.
Sacó un grueso y oscuro libro de los pliegues de su túnica. Lo apoyó en el borde del sepulcro y lo abrió.
< ¿Pero cómo el amor puede ser abominable? >
Rebuscó las páginas, estaba seguro de lo que haría, nada lo separaría de ella. Nada ni nadie.
Las puertas de la cripta retumbaron.
-¡Esak, maldito enfermo, sal de ahí!-gritó una indistinguible voz desde afuera- ¡Déjala descansar en paz!-
Nada ni nadie.
Encontró el pasaje que buscaba. Sacó el ungüento que había estado preparando desde hacia semanas.
Se untó las manos con el ungüento para después untarlo por la frente de ella, por sus manos, por su vientre y por sus pies. Tal como decía el libro.
Más voces se unieron al asedio de la puerta. Una de ellas se hizo escuchar más que las demás.
-Esak, hijo mío, olvida todo esto- le dijo una voz que Esak encontraba repugnantemente familiar- Vuelve a casa y deja esto en el pasado, vamos hijo.-
Empezó a pronunciar las palabras. Las pronunciaba lo suficientemente fuerte para que todos los que se encontraban en los alrededores de la cripta lo escucharan claro.
-¡Ya ha empezado!-Gritó una desesperada voz- ¡Tenemos que detenerlo, no podemos dejar que eso pase en nuestro pueblo!-
Los golpes incrementaron. Pero era demasiado tarde.
La última palabra fue como un caramelo en sus labios.
Una descarga de energía llenó su cuerpo y, por lo que pudo ver, también el de ella.
Abrió los ojos.
-¿Esak?- suspiró la voz.
-No nos dejas otra opción chico-.
-Ya estás conmigo, no tienes que seguir penando-
-Oh, Esak, el frío, como recuerdo el frío y la oscuridad, no había nada más-.
-Ya amor mío, estoy aquí contigo y no hay nada más-
Aceite empezó a entrar por debajo de la puerta de la cripta.
-No vuelvas a dejarme, por favor.-
Se unieron en un abrazo añorado, un abrazo melancólico.
-Jamás-
-¡No pueden hacer esto, mi hijo está ahí dentro!-
-He hecho lo imposible por tenerte de vuelta, y lo volvería a hacer.-
Los rostros se buscaron en la oscuridad de la tumba.
El fuego se esparció por toda la estructura, costaba trabajo respirar.
-¡Esak, sal de ahí!-
-Esak, no vuelvas a dejarme-
El fuego quemó los cimientos, el aceite se metía por las más pequeñas grietas.
La cripta se desplomó sobre los amantes.

1 comentario:

  1. Joven Xavier debo aceptar que tiene talento para eso de escribir.
    Felicidades!

    atte: Sara

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