miércoles, 30 de noviembre de 2011

Capítulo 7 "Comillas"

El pie de Julián pisaba la última baldosa de la banqueta que llegaba hasta la escuela cuando el timbre de la salida a esas horas resonó por todos lados. Incluso después de que acabara el estruendo, las grandes puertas de metal siguieron vibrando hasta que las abrieron.
De nuevo la marea de gente incógnita y sin importancia salió cual grupo de antílopes huyendo del león institucional.
Pero la más hermosa de todos los antílopes resaltaba entre esa masa de mediocridad. Todo era nada a su alrededor. Ella se robaba los colores, la vida, la atención de todos los que la rodeaban, especialmente de Julián.
Caminó hacia ella, preparó el bolígrafo dentro de su bolsillo listo para lanzarlo al vacío de la calle.
El cielo tronó, las nubes sudaron de tensión ante lo que estaba a punto de ocurrir.
Julián soltó el bolígrafo demasiado deprisa, volteó al piso en donde el objeto sufría el maltrato de los pies ajenos. Hesitó durante cruciales segundos, lanzarse por el bolígrafo y llevar a cabo el plan tal y como lo había planeado o atreverse a improvisar y probar su suerte.
Pero fue demasiado tiempo, ella escuchó su nombre a lo lejos, como el rugido del dragón antes de devorar a la doncella, e, hipnotizada por el llamado, se deslizó hacia la calle, apareciéndose en el parque donde se esfumaba cada día.
Y allí fue donde Julián encontró al demonio.
El diablo envolvió a Julia en llamas, le arrancó la boca de un mordisco y, encajándole las garras en la carne, se la llevó a través del parque, dejando en agonía todo lo que pasaba cerca de él.
Julián cayó de rodillas, ya no había nadie que pudiera ocultarlo de aquel testigo invisible que se burlaba de él.
Rozó su rostro con los mismos dedos con los que había rozado su tibia piel hacia menos de cuatro horas.
El cielo explotó.

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